Repetimos, por segundo año consecutivo, una Semana Santa singular. Esta, a diferencia de la anterior, nos ha dejado compartir, que en estos tiempos no es poco.
Las Iglesias han vestido a sus santos con sus mejores galas y han abierto sus puertas para recibir a sus fieles. Los museos han compartido el patrimonio con sus vecinos y las calles se han llenado de bullicio, incienso y azahar. Hemos comido torrijas y bacalao con tomate al sol y, para los más curiosos, han aparecido programaciones diferentes dentro del marco santo de la semana grande de Andalucía.
Uno de esos planes ha sido la proyección en el Teatro Cajasol de Sevilla del film ‘Sonidos perdidos de Sevilla’, la película sonora más antigua sobre la Semana Santa sevillana.
Durante una hora, la proyección nos trasladó a la capital andaluza de la primera mitad del siglo pasado a través de imágenes en blanco y negro capturadas por la cadena estadounidense Fox en su visita a la ciudad entre los años 1930 y 1931.
Si algo deja claro la cinta es que las costumbres son el ADN de las ciudades y de su cultura. Muestra de ello es ver cómo la capital andaluza vestía sus calles con sus mejores galas para recibir a las procesiones. O las bullas alrededor de las cofradías y los intentos por tocar las estructuras cofrades. O comprobar que todos los pasos tocan el Himno de España al entrar y salir de los templos (excepto El Cerro que toca el de Andalucía) desde tiempos inmemorables.
La Cena, San Esteban, San Benito, San Bernardo, La Quinta Angustia, La Macarena o El Cachorro son algunas de las imágenes sevillanas que salen recogidas en el documento grabado cuando El Sentencia aún caminaba de espaldas a sus fieles y a la composición del misterio de La Macarena se le conocía como La Barbería.
La Giralda, la Plaza de los Terceros, el Puente de San Bernardo, el Bar Plata, la Plaza San Francisco, el Arco de la Macarena, la calle Betis o el Puente del Cachorro son algunas de las localizaciones que se dejan ver en la pantalla y que demuestran cómo la arquitectura es parte integral de una ciudad y su huella dactilar para ser reconocida a través del tiempo.
Pero si algo evoca la cinta, además de tradición, es nostalgia. De fondo se escuchan conversaciones que bien podrían formar parte del Museo de Artes y Costumbres Populares: “cervezas, gaseosa, refresco, bocadillo” “a mí no me empujes, ta enterao”. La jerga popular y las discusiones callejeras también sobreviven a los años, y menos mal.
La cámara robó la atención de los fieles que, girados hacia el curioso artilugio, ignoraban las cofradías que dejaban a sus espaldas. Son muchas las miradas que traspasan al tiempo, a la guerra y a la posguerra y muchos los aspavientos con sombreros de muchachos que ignoraban que ese saludo llegaría a sus destinatarios noventa años después. La magia de la comunicación audiovisual es un regalo para el templo de la memoria.
Las imágenes cedidas al Consejo de Hermandades y Cofradías de Sevilla gracias a la colaboración de la Universidad de Carolina del Sur que custodiaba los archivos forman un collage para el disfrute, incluso para los que hasta ahora aprovechábamos los cuatro días de fiesta de la semana de Pascua para salir huyendo de la ciudad.
Y sirva de recordatorio para las personas ateas que la Semana Santa andaluza, lejos de ser solo una celebración religiosa, es una oda a la cultura que durante una semana llena las ciudades de nuestra tierra con la mejor imaginería Barroca haciendo de las calles el mejor de los museos.
Solo falta esperar que el próximo año retomemos, al fin, nuestras viejas costumbres.
